domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 2

CAPÍTULO 2


Los golpes en la puerta interrumpieron la conversación que mantenían Edward y Celine.
- Adelante.
La puerta de la biblioteca se abrió despacio y tras ella apareció Clifford, el mayordomo.
- Señor, el señor Everet Coleman y su familia han llegado.
Celine se quedó mirando a Clifford, que permanecía inmóvil y con una sonrisa bobalicona.
Había llegado el momento.
- Y bien, diles que pasen.
El mayordomo miró a la joven sin perder su sonrisa y asintió. Segundos después, la familia Coleman entraba en la biblioteca. Celine observó detalladamente a los recién llegados.
El primero en aparecer fue su tío Everet. Era un hombre corpulento y muy alto. Su cabello pelirrojo estaba mezclado con algunas canas y tenía unos espectaculares ojos azules. Detrás de él, apareció una mujer bajita y esbelta con una amplia sonrisa y unos preciosos ojos ámbar como los de Celine; era su tía Hellen, sin duda. Tenía el cabello castaño como su padre, rasgo que verificaba que era una descendiente de los Grimsby.
Everet y Hellen se acercaron a Edward y éste se puso en pie para darles la bienvenida.
Celine permaneció inmóvil mirando la puerta, esperando con curiosidad a que hiciera acto de presencia su prima Claudia.
- Hermanito, ¿has engordado desde la última vez que te vi?
Edward abrazó a Hellen.
- Adoro tus cumplidos, querida.
Everet estrechó la mano de su cuñado y sonrió.
- Edward, cuánto tiempo sin vernos. ¿Sabes?, es cierto has engordado.
Edward sonrió cínicamente.
- Bueno, vosotros no sois tampoco los de hace quince años.
Hellen entrecerró los ojos hasta convertirlos en una fina línea.
- ¿No? Yo creo que he mejorado.
Miró a su marido buscando complicidad y apoyo. Éste y Edward empezaron a reír.
Hellen reparó en la presencia de Celine, que aún esperaba la llegada de su prima con los ojos clavados en la puerta y las manos entrecruzadas con fuerza.
- ¡Oh, Dios bendito! ¿Celine? Cómo has crecido. Te has convertido en una preciosa mujer.
Celine dirigió la vista hacia su tía y se levantó de su butacón de un respingo al percatarse de su falta de cortesía. Hellen se acercó a ella y la miró de arriba abajo.
- Eres la viva imagen de tu madre.
Celine sonrió nerviosa.
Everet miró a la joven y se acercó a Edward para susurrarle algo al oído.
- En Londres, esta jovencita tan encantadora no durará soltera más de tres semanas, te lo aseguro.
Celine intentaba descifrar lo que su tío Everet le estaba diciendo a su padre. Hellen noto su interés.
- Celine no te preocupes, sea lo que sea lo que tu tío le cuente a tu padre, te aseguro que me acabaré enterando, yo siempre me entero de todo -Guiñó un ojo.
- ¿De veras? ¿Cómo lo consigue, tía?
- Primero, háblame de ti -Sonrió amablemente-, y luego te explicaré mis métodos para hacer hablar a los hombres, o al menos a tu tío Everet; él no sabe guardar bien los secretos y resulta muy fácil.
Celine sonrió; había temido que su tía fuera una mujer petulante de la alta sociedad de Londres, pero en realidad era una mujer encantadora, y su tío también parecía serlo, sólo quedaba una incógnita y posiblemente era la más importante para ella.
Volvió a mirar hacia la puerta.
Hellen pareció intuir lo que ella pensaba.
- Tu prima Claudia aparecerá de un momento a otro. Se ha quedado en el jardín de la entrada, junto con la doncella, porque se ha mareado con el viaje y necesitaba tomar aire fresco.
Celine estaba a punto de preguntarle a su tía cómo era Claudia, cuando ella entró en la biblioteca.
Era una joven no más alta que Celine. Sus cabellos pelirrojos estaban recogidos en un sencillo tocado, que resaltaba la forma redondeada de su rostro. Tenia unos preciosos ojos rasgados de color verde esmeralda y una pequeña nariz respingona. Claudia dedicó una gentil sonrisa al grupo de gente que estaba en la habitación.
Hellen miró a Celine con un matiz de orgullo de madre en sus ojos.
- Ahí está -Hizo un elegante gesto con la mano-. ¿Ya estás bien querida, no estas mareada?
- Ya me encuentro mejor, siento el retraso.
Edward se acercó a su sobrina.
- Hola, soy tu tío Edward, y ella es tu prima Celine.
Celine esbozó una tímida sonrisa a Claudia, y ésta observó a su prima con sorpresa.
- ¡Vaya, prima! Eres mucho más bonita de lo que me había imaginado. Creo que si vienes a casa, todos mis pretendientes te preferirán a ti y no a mí. ¡Podría ponerme celosa!
Celine estaba desconcertada por el trato familiar de la joven respecto a ella, era como si se conocieran de toda la vida.
Se aclaró la garganta.
- En realidad, prima, yo no pretendo quitarte a ninguno de tus pretendientes.
Claudia se acercó a Celine y sonrió con picardía levantando una ceja.
- Estoy segura de que no es tu intención, pero seguro que ellos no lo saben -Guiñó un ojo, mientras Celine, sorprendida por el arrollador y atrevido carácter de su prima, parpadeaba confusa.
- Hellen, no sabía que mi sobrina tenía esta personalidad tan... sociable.
Everet miró a su cuñado, divertido.
- Ella es así, ¿no te recuerda a alguien?
Edward se quedó un segundo pensativo.
-Sí, me recuerda a la joven e impetuosa Hellen.
Hellen miró a su hermano.
- ¿Joven? ¿Acaso te parezco una anciana, Edward?
- No, pero reconoce que ya no tienes veinte años.
Hellen le dedico una cínica sonrisa.
- De espíritu, sí.
Celine y Claudia empezaron a reír ante aquel absurdo diálogo.
- ¿Sabes, Celine?, creo que vamos a ser buenas amigas.
Celine miró a su prima y asintió.



Los golpecitos en la puerta sacaron de su ensoñación a Celine. Se levantó de un respingo del tocador y abrió la puerta. Claudia la esperaba con una gran sonrisa y un precioso vestido entre sus brazos.
Claudia entró como una exhalación en la habitación sin esperar a ser invitada.
- ¿Sabes?, nunca me ha quedado bien el burdeos.
Celine miró a su prima extrañada, mientras ésta extendía los brazos con el vestido hacia su dirección.
-¿Por qué lo dices?
- Por este vestido. Evidentemente, te lo voy a regalar. Un amigo insistió en obsequiármelo a pesar de que le dije mil millones de veces que este tono es nefasto para combinarlo con mi color de cabello.
Con un rápido movimiento, Claudia extendió el vestido sobre la bata de Celine y lo sostuvo sobre sus hombros.
Realmente, el comportamiento impulsivo de su prima la desconcertaba por completo, sobretodo para una joven tranquila y prudente como ella.
Claudia sonrió satisfecha, dejando ver entre sus sonrosados labios una hilera de dientes perfectos.
- Sí, como suponía, tu tono de cabello es perfecto para el color de este vestido.
- Pero, no puedes regalármelo, parece un vestido carísimo y me has dicho que fue un regalo de un amigo.
Claudia puso los ojos en blanco y arrojó el vestido sobre la cama de su prima.
- Bobadas, es todo tuyo.
Se giró con la gracia de una bailarina de danza clásica y caminó hasta el tocador. Cogió el cepillo que había sobre él. Se sentó en el borde de la banqueta y, con un gesto de la mano, invitó a su prima para que la acompañara.
- Te ayudaré a peinarte; piensa en que pronto seremos como hermanas, viviendo en la misma casa, asistiendo a las mismas fiestas. Será divertidísimo. Así que, si empezamos ya a comportarnos como tal, antes empezará la diversión, ¿no crees?.
Celine se acercó cada vez más sobrecogida por el carácter de la recién llegada.
Sin duda, el tener a Claudia como amiga le cambiaria muchísimo la vida.
Más de lo que ella pensaba.
Celine tenía una larga cabellera azabache con graciosas ondulaciones. Su cabello oscuro y su pálida piel hacían resaltar sus grandes ojos ambarinos.
Claudia la peinaba como si de su nueva muñeca se tratara. Recogió su cabello en un sencillo tocado, dejando caer algún mechón ondulado sobre sus hombros.
- Celine, ponte el vestido esta noche para cenar. Es tu última noche en el campo y hay que celebrarlo.
Celine asintió y se miró en el espejo, no parecía la misma chica sencilla de siempre, realmente Claudia obraba maravillas con unas cuantas horquillas.



Claudia y Celine entraron en el comedor, con una amplia sonrisa.
Claudia llevaba un precioso vestido de raso verde, mientras que Celine llevaba el vestido burdeos que su prima le acababa de regalar.
Everet miró a su sobrina anonadado.
- Celine, Claudia tenia razón, todos los hombres de Londres se van a volver locos por ti.
Celine borró la sonrisa de su rostro y una chispa de amargura brilló en sus ojos dorados.
- Tío Everet, precisamente eso es algo que pretendo evitar. Lo único que quiero hacer en Londres es visitar museos, las grandes librerías y, tal vez, disfrutar de la moda londinense, pero te aseguro, no, te juro, que el hecho de conquistar a algún hombre no entra en mis planes en absoluto.
Everet calló al oír el tono seco de la joven. Edward se apresuró en disculparla.
- Everet, discúlpala. Tuvo un desengaño amoroso y ahora desconfía de los hombres en general.
Hellen sonrió dulcemente a Celine, que se había sentado en la mesa para cenar. El rubor cubría sus mejillas en una mezcla de ira y vergüenza.
- Celine, querida, ahora no quieres volver a enamorarte, ¿no es cierto?
Celine miró a su tía y asintió.
- No te preocupes, a mí me pasó lo mismo y en cuanto conocí a tu tío Everet cambié de opinión. No puedes cerrarte en banda a algo tan maravilloso.
- Sinceramente, tía Hellen, no creo que eso pueda pasarme a mí.
Claudia miró a Celine y le dedicó una sonrisa de ánimo, ladeando la cabeza con cariño. Ella siguió cenando en silencio.
Edward, como buen anfitrión, notó el ambiente tenso y decidió cambiar de tema.
- Bueno, entonces mañana por la tarde sale el tren que os llevará de vuelta a Londres, ¿correcto?
Everet sonrió.
- Sí, lamento que sólo nos podamos quedar hoy, me hubiera gustado pasar más tiempo aquí contigo.
Hellen carraspeó.
- Tú lo que pretendes es alejarte de las fiestas de sociedad que a mi tanto me gustan, querido.
Everet rió y asintió con la cabeza mientras todos, excepto Celine, reían a carcajadas.
Su corazón y su mente estaban desbordados por la nueva vida que la estaba esperando en Londres a tan solo dos días de distancia.

Continuara...



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